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La llegada de los lentes de realidad mixta y virtual de Apple y Meta volvieron a despertar el interés de la gente por el metaverso y sus posibilidades.

Mientras se calman los ánimos, tras el lanzamiento meticulosamente planificado de las gafas Apple Vision Pro, las líneas de batalla se consolidan en la guerra por una nueva realidad. Múltiples potencias tecnológicas y algunas nuevas promesas están desarrollando visores y otros artilugios para aumentar o sustituir digitalmente el mundo que perciben nuestros sentidos. Pero existe una clara división filosófica sobre el papel que desempeñarán estos dispositivos de realidad mixta.

De repente, esa división cobra importancia. Hace solo un año, en aquellos días de paz en los que no nos obsesionaba la idea de que la inteligencia artificial escribiera nuestros ensayos y, tal vez, acabara con la humanidad, la gran obsesión de la tecnología era el metaverso. Todas las compañías parecían tener una estrategia para este nuevo paradigma. Pero las decepcionantes ventas y el auge de la IA generativa relegaron el debate a un segundo plano. Ahora, la espectacular entrada de Apple reavivó el interés y puso en tela de juicio la forma en que Mark Zuckerberg, en otro tiempo rey indiscutible del metaverso, aborda la realidad mixta. Otros participantes en este campo elegirán entre estos caminos. Incluso gigantes como Microsoft. Cuando conversé recientemente con su CEO, Satya Nadella, me reafirmó su compromiso con la búsqueda de la ‘presencia’. (Después seguimos hablando de IA).

¿El metaverso volverá a ganar el interés de los usuarios?

Hace nueve años, Zuckerberg conoció la realidad virtual a través de los Oculus, entonces un invento de Kickstarter, como si le hubiera caído un rayo en el cráneo. En un instante, se convenció de que la realidad generada digitalmente era la plataforma del futuro. Como era de esperar, el fundador de la empresa de redes sociales más importante del mundo intuyó que esta nueva tecnología sería de carácter social. En 2014, compró la startup por 2,000 millones de dólares. Aunque el progreso ha sido lento y su plazo original de unos 10 años está a punto de agotarse, nunca ha perdido la esperanza, e incluso cambió el nombre de su compañía a Meta para reflejar su compromiso. Adoptando el término ‘metaverso’, el nombre que el novelista Neal Stephenson dio al concepto de un mundo digital alternativo, Zuckerberg tiene el objetivo a largo plazo de proporcionar las herramientas para hacernos ir a otro lugar, y socializar allí.

A largo plazo, desde luego. Los lentes de Meta, llamados Quest, son los equipos de realidad virtual más populares, pero distan mucho de ser universales. El camino de Zuckerberg hacia el cambio está pavimentado con actividades inmersivas como juegos, fitness y espacios sociales de realidad virtual en los que las personas son representadas por avatares caricaturescos. Aunque parezca una tontería, he descubierto que estos avatares pueden fomentar una sensación de conexión casi real. Pero la aplicación social estrella de Meta, Horizon Worlds, sigue siendo tosca y aburrida. El año pasado, un directivo de la empresa tuvo que regañar a los empleados por no utilizarla en sus reuniones, según contó The Verge. No obstante, la compañía está invirtiendo miles de millones en investigación para mejorar la tecnología, convencida de que su enfoque es el correcto.

Con sus gafas Vision Pro de 3,500 dólares, más ligeras y sofisticadas que los Quest de Meta, Apple optó por un rumbo diferente. Como escribí a principios de mes en mis primeras impresiones sobre el aparato, la compañía ve su sistema operativo, VisionOS, dentro de la tradición de avances anteriores en interfaces de usuario naturales, como la interfaz gráfica, y también dispositivos para señalar, como el mouse o la pantalla táctil. James Wagner Au, autor del nuevo libro Making a Metaverse That Matters (Crear un metaverso que importe), sostiene que “tiene más sentido pensar en las Vision Pro como sucesoras de la Mac Pro, un equipo para creadores de contenidos de gama alta a los que les resultaría atractivo disponer de un único dispositivo en el que las múltiples pantallas puedan integrarse en un solo aparato o realidad”.

Durante el evento de Apple no se pronunció ni una sola vez la palabra ‘metaverso’. En su lugar, los representantes de la compañía destacaron que el dispositivo era una incursión en la ‘computación espacial’. Las gafas Vision Pro son, ante todo, un equipo que te aísla mientras trabajas o ves una película. El componente más social consiste en que cuando un ser humano se acerca a ti en el mundo real, la pantalla digital que consume tu conciencia se atenúa lo suficiente para hacerte saber que alguien se acerca, quizá para pedirte una engrapadora.

Ninguna de las dos empresas confía únicamente en su visión particular. La demostración de Apple incluía los trucos habituales de la realidad virtual, transportándonos a situaciones disparatadas, como una cuerda floja entre las montañas. Y Meta tiene su propia visión de una oficina digital con múltiples pantallas.

Pero la pasión de Apple se orientó claramente hacia la redefinición del trabajo y la expansión de aplicaciones populares, como una herramienta de atención plena que relaja la respiración y, presumiblemente, el alma. En lugar de tranquilizar tu ser interior con una imagen calmante en una pantalla plana, Apple te ofrece un abrazo de cuerpo entero en forma de figuras parecidas a pétalos de flores que avanzan hacia ti y acaban rodeándote en una explosión de ‘om-itud’. Y la simulación del lugar de trabajo de Apple deslumbró con su fidelidad gráfica y un flujo interminable de pantallas, controladas por movimientos absurdamente intuitivos de los dedos. Mientras tanto, su aspecto social era más bien mediocre, ya que se limitaba a representaciones de Facetime de tus amistades y colegas. Por el contrario, las ambiciones laborales de Meta parecen haberse estancado: las futuras versiones del Quest Pro de 1,500 dólares, el casco de gama alta que ejecutaba su software de productividad, parecen haberse desechado.

Será fascinante ver cuál de estos mundos consigue atraernos. O si alguno lo hace siquiera. ¿Estamos preparados para abandonar la realidad, aquella que los humanos hemos vivido durante decenas de miles de años, y saltar al metaverso, o para cambiar nuestra visión natural por una Vision Pro?

Quizá tu impulso sea decir ¡No! Me encanta el mundo real. ¡Hay árboles! Pero, ¿alguna vez te has sentado a la mesa con adolescentes o profesionales de capital de riesgo? En vez de sumergirse en los sabores y aromas de la comida o absorber la conversación, miran fijamente sus teléfonos, deslizando sus dedos sobre las pantallas sin cesar. Un dispositivo de precio razonable que consuma aún más la atención aumentaría aquello que lleva a la gente a pasar el tiempo con aparatos. Tal vez no suceda pronto, pero las gigantes tecnológicas, que no son tontas, están destinando miles de millones de dólares a eliminar cualquier obstáculo que se oponga a ese futuro. Si lo consiguen, la realidad tal y como la conocemos no tendrá ninguna oportunidad. Y cuando utilicemos la palabra presencia, nos referiremos a todo lo contrario.

Neal Stephenson, el autor del metaverso

El escritor Neal Stephenson inventó el metaverso. O al menos lo ideó y le puso nombre. La primera vez que se utilizó ese término fue en su novela Snow Crash, al describir una realidad alternativa en la que los habitantes del planeta pueden alcanzar la fama y la gloria en un universo artificial generado por computadora. Nada mal para 1992. Escribí sobre Stephenson en 1999 para Newsweek. ¿Y qué ha pasado con él en 2023? Neal trabaja en una startup dedicada al metaverso.

Cuando se trata de describir la mentalidad nerd, nadie supera a Stephenson. Sus predecesores en el movimiento de ciencia ficción ciberpunk, escritores como William Gibson y Bruce Sterling, describían a los hackers como malhumorados James Deans vestidos de cuero. Stephenson expone su forma de pensar y de actuar: buenas personas torpes y parlanchinas cuya insistencia en la lógica les convierte en unos locos extremos. Eso, y su sentido del futuro tecnológico, una visión imaginativa que despega de la plataforma de lanzamiento de la verdad científica y el bullicio de Silicon Valley, lo han convertido en lectura obligatoria en el mundo de la alta tecnología, el ‘Hemingway hacker’. “Aquí todos leen a Neal Stephenson”, contaba Mike Paull, entonces directivo de la división de hardware de Microsoft. “Es nuestra inspiración”.

Stephenson debutó en 1984 con una sátira poco conocida de las megauniversidades, titulada The Big U; aunque él reniega de esta, sus admiradores no lo hacen: “Me comería una iguana viva por tener otro ejemplar”, escribía un admirador en Amazon.com. Luego vino Zodiac, una historia de ecoactivismo que se ganó el corazón de las personas que defienden los árboles, pero que tampoco se vendió. El gran éxito fue Snow Crash, una descripción maníaca de un futuro dominado por la realidad virtual y el reparto rápido de pizzas. El mundo artificial que creó, el Metaverso, fue rápidamente reconocido por la multitud del ciberespacio como la representación más sensata de Hacia dónde va todo, si se dispone de suficiente ancho de banda y del plan de negocio adecuado. De repente, Stephenson se convirtió en el niño dorado de los tecnólogos.

Artículo originalmente publicado en WIRED. Adaptado por Andrei Osornio.